Deriva




lunes, 5 de mayo de 2008

Ciudad Desmemoriada

Vivimos hoy en una ciudad casi sin antecedentes, sin recuerdos, sin memorias, y si aun no los ha perdido totalmente al menos estos se encuentran muy escondidos como para poder ser notarlos a simple vista. Una “Ciudad Desmemoriada”, como propone el libro “Santiago Imaginario” de Carlos Ossa y Nelly Richard. La rapidez con que funciona Santiago día a día nos deja agotados, sin aliento y enfría aquellas cicatrices de un pasado mas tranquilo que aun yacen frente a nuestros ojos, los vemos pero no los observamos y ya ni siquiera recordamos el porque de su existencia ni cual es su significado. Hoy en día prevalece mas lo nuevo, lo moderno, lo futurista, aquello que al compararnos con otras ciudades, nos convertirá en un Santiago del mañana, es así como en nuestro recorrido diario vemos construcciones y nuevas edificaciones, las cuales una tras otra se remontan en el horizonte acompañadas de grúas y cables que prometen un nuevo paisaje vanguardista, mayor aun del que nos satura, obstruye y repleta hoy.

Ante todo este ir y devenir de cosas, edificaciones, personas y cambios me resulta difícil imaginar un sentimiento de pertenencia e identificación en las personas; lo que un día sienten como propio en cosa de segundos cambia o se convierte. Sistemáticamente destruimos todo lo viejo, y pasamos a un estado constante de remodelación. Al parecer esta saturación de cambios no es exclusiva de hoy, en la revista Sucesos, de Mayo de 1917 afirmaban: “Las viejas casas coloniales caen derribadas por la picota y surge la casa moderna, cómoda, limpia, de belleza arquitectónica, el auto, a su vez, va reemplazando al coche de nuestros abuelos (...) Lo ideal sería que no circulara por las ciudades ningún carruaje tirado por caballos ¡Pero cuánto nos va a costar llegar a esto! Sin embargo, en los últimos meses la importación de automóviles ha tomado un gran incremento, y si esto se sostiene, el destierro del inmundo postino estará más cerca de lo que nos figuramos (...) Lo nuevo llega a reemplazar a lo viejo, así como en el sitio que ocupaba el rancho se alza el palacio moderno. Viene el auto, rápido y seguro, a excluir el coche sembrador de microbios (...) Además, una ciudad con muchos autos dará la impresión de una ciudad moderna y lujosa”. De esto podemos deducir que la obsesión ante la remodelación y el modernismo ha sido preocupación constante en la historia de la humanidad, aquel anhelado “Súper Future” como lo denomino Emilio Marín, en la charla que realizo a nuestro taller el pasado martes. El Súper Futuro, la modernización neoliberal nos ha costado “un Santiago que ha crecido sin plan y con asombros ocasionales, inventándose un presente continuo que conforma la imagen de una ciudad desmemoriada y al mismo tiempo compulsivamente orientada hacia lo nuevo” (Javier García, “Historias de la Calle, 17 de Agosto del 2005, La Nación). No es malo que la ciudad crezca, cambie y se renueve, al contrario es algo que nos mantiene vivos, sin embargo debemos lograr el hacer convivir nuestra identidad y pasado con lo que hoy en día somos y no dejarlo de lado como algo sin sentido de ser. No debemos dejar que el Futurismo que tanto deseamos y nos prometen absorba nuestra memoria causando su perdida; las edificaciones y construcciones del ayer deberían tener igual o mas importancia que las que se alzan hoy, las de hoy crecen deliberadamente solo con razones funcionales y practicas, en cambio las de ayer poseían fines mas profundos, de liberación, de lucha, de orígenes, de sacrificio ¿es justo dejarlas en el olvido?

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